Crítica feroz de actualidad, política y medios.

lunes, 12 de agosto de 2013

Ada o el ardor (de estómago).


Ada Colau y otro cuidadano defendiendo su propuesta en
el Parlamento, de forma civilizada.

  La Nueva España, diario asturiano que se encuentra entre los diez de mayor difusión del país, publicaba el sábado (sólo en la edición en papel) una entrevista con la señora Ada Colau, a quien dedica una página entera (cosas de la escasez de noticias en agosto, supongo). La activista antidesahucios, célebre por haber conseguido que el Parlamento admitiese a trámite la iniciativa legislativa popular que ella promovía para retirarla después porque no se aprobaron TODAS sus propuestas, vuelve a mostrar la inconsistencia de su discurso demagógico, incoherente y zafio. Comentaremos algunos ejemplos:

  "El banco te hacía creer que, si no podías pagar la hipoteca, como mucho podías perder tu casa. Nadie te avisó de que te quedaba una deuda de por vida". 
  Donde la señora Colau nos quiere hacer creer que quien se hipotecaba a treinta o cuarenta años no sabía que tenía que pagar intereses además de devolver el capital. Será porque ella vive de alquiler mientras preside la Plataforma de Afectados por las Hipotecas.
  "Aquí sólo existe la banca privada y hace lo que quiere. No puede ser que los bancos decidan que para acceder a una vivienda sea mediante una hipoteca. ¿Por qué no promovieron el régimen de alquiler?"
  Los bancos no deciden que un particular se compre un piso en lugar de alquilarlo y no promueven el régimen de alquiler porque gran parte de su negocio está en las hipotecas. De todos modos, si hubiese una banca pública, también ésta promovería las hipotecas; de hecho las Cajas de Ahorros lo hacían, como es lógico.
  "Los escraches se hacían sólo a políticos del PP porque fueron los únicos que no votaron a favor de nuestra proposición".
  Aquí la señora Colau ya pasa de la demagogia hueca en defensa de su concepción de lo público a la justificación del acoso personal a cualquiera que no esté de acuerdo con sus propuestas; muy democrático todo. Luego se queja de que la asimilen a grupos filoterroristas de izquierda, y de que se comparen sus métodos con los que utilizó el nazismo para laminar al resto de partidos en la Alemania de los años treinta.
  "Si no creyésemos que se puede cambiar el sistema, la Humanidad no habría evolucionado y continuaríamos con la esclavitud en la Prehistoria".
  Nos quitamos el sombrero ante la lección de Historia, o de Prehistoria. En nuestra ignorancia, desconocíamos el régimen esclavista prehistórico. Siempre se aprende algo.
  "Con la fórmula de elecciones cada cuatro años nos han tomado el pelo. [...] El cambio nos corresponde a nosotros, los ciudadanos".
 ¿Quiénes serán esos ciudadanos a los que les corresponde el cambio? ¿Estará la señora Colau promoviendo el sufragio censitario, o la abolición del sufragio, sin más? ¿Los ciudadanos que votan cada cuatro años no son "nosotros, los ciudadanos"? Y ¿cuál es el cambio que nos corresponde? Esto mete miedo.  
  "Ocupar casas no sólo es legítimo, sino que debe ser una obligación de los ciudadanos desobedecer una ley injusta".
  Como colofón, cuando ya sabemos que lo justo es presionar e insultar a cualquier político que no vote a favor de lo que proponga la señora Colau; que debería promoverse una banca pública para que la gente alquile su vivienda en lugar de comprarla (¿?); que las elecciones no han de ser cada cuatro años, o sencillamente no han de ser; ahora toca abolir la propiedad privada. Porque ¿cuál es la ley injusta que los ciudadanos deben desobedecer ocupando casas? ¿La Ley de Propiedad Horizontal? Y volvemos al mismo punto de partida ¿quién decide que una ley es injusta? ¿Ella?

  Teníamos la duda de incluir a la señora Colau en nuestra sección de "Cerebros licuados", pero es que ni siquiera tiene esa excusa: todo su discurso, aunque parezca consecuencia  de una lobotomía, no es más que el eterno y cansino populismo demagógico de la extrema izquierda, siempre tan próximo al de la extrema derecha, como ya hemos visto e ilustramos ahora con una entrañable fotografía:

Dos paradigmas de la democracia popular jugando una
partidita de dominó.

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